11/7/22


En la fiesta del Samaín

elegimos una mazana,

la partimos por la mitad

y la llenamos con miedos,

después la enterramos.


¿A quién querrías ver esta noche?,

pregunta mi primo,

¿a quién querrías abrazar?


Nos ponemos máscaras

de calabaza seca

esperando a nuestros muertos.

Mi hermana cuelga flores de cidros

en puertas y ventanas.


Que el fuego del serbal no se apague.


El aire cítrico nos emborracha,

pétalos blancos y violetas,

bailo con mis difuntos

con un vestido floreado.


Mi abuelo es un joven de rulos

musculoso,

vino con su bicicleta,

creo que estoy enamorada de su sonrisa.


Que el fuego del serbal no se apague.


La abuela se pintó los labios de rojo,

cumplió catorce años

y le gusta mostrar su cuerpo.


Sirve licor de chocolate,

el mismo que le robaremos por la noche

¿cuántos años después?

Apenas pude abrazarla y se fue

a bailar con mi abuelo.


La esencia de las flores

dura siete minutos

luego, desaparece.


Mi abuelo olvidó su bicicleta,

la abuela nos dejó una piedra.

Cuando ellos se van

tomamos el licor debajo de la mesa

nuestra casa vuelve a ser la de siempre

todo es perfectamente ominoso

nuestro dolor es ancestral

y dura todo el verano.


(Poema inédito, Cynthia Matayoshi)